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Si comparamos con hace unos años, el mundo de las citas era totalmente diferente. ¿Cómo es el amor en tiempos de redes sociales? ¿Qué retos presenta?
El romance ha sido debilitado por el concepto de las redes sociales, y las apps de citas. Ha rebasado la atracción física, y la conexión entre dos individuos. Lo hemos llegado a ver como una ilusión, pulgar arriba, pulgar abajo, deslizar a la izquierda, deslizar a la derecha. ¿Así es como se determina si existe la compatibilidad? ¿Qué pasó con el verdadero romance? Ese romance del que escuchamos en historias, películas.
La clásica historia de un chico que conoce a una chica. Se declaran emociones, cara a cara, se toman de la mano, tienen una gran cita. Cuando era pequeña, vivía para esto, sabiendo que un día, esto sería mi turno. Sé lo que estás pensando, no existe esa historia de amor, de fantasía. Y tendrías razón, no existe. Pero, ¿no te parece triste que ya no escuchamos de historias así? Se considera “amor del viejo”. Sin embargo, no tendría que ser el caso.
Índice
2. El riesgo de la burbuja de filtros
3. Complejidad como la nueva diversión
4. Conectar almas, antes de cuerpos
5. Reconectando los cuerpos, a las almas
Lo vemos todos los días, un paquete completo de fotos de un momento especial en alguna relación, publicado en un perfil, para que todos puedan dar un like, o compartir su opinión. Y esto es algo que ves en, prácticamente, todos los perfiles.
Hoy, se demuestra el amor por medio de una huella digital. Un anillo es una búsqueda que ha echado raíces en los resultados de google, likes y comentarios que se propagan en redes sociales. Mencionar a tu pareja, mostrarla en tus stories, o no hacerlo, se ha vuelto un tema problemático en muchas relaciones. El amor se vuelve una moneda íntima, pero socialmente reconocida.
Estas huellas se propagan a través de sitios como Instagram. Es interesante que también le da forma a nuevas normas, y nuevas fronteras. La noción de la belleza también ha evolucionado, con la explosión de las sub-culturas. Manifestaciones concretas de amor, se unen a una forma más penetrante de expresarlas. ¿Compartes un tatuaje en Instagram? ¿Un hashtag especial, para tu pareja?
Mientras que las ideas progresivas se esparcen, fácilmente, en redes sociales, también sabemos que las culturas se fusionan sin que nos demos cuenta. Las interacciones en redes sociales, se convierten en un desactivador si se usan para mantener atada a una comunicad: la censura de los “malos comportamientos” y los incentivos para denunciar perfiles anti-conformistas, ha ido en aumento.
Es muy fácil tomar tu celular, abrir tu app favorita, y tomarte una selfie, o una storie, con el filtro que más te guste. El que cambia el color de tus ojos, te da un cutis perfecto, te da pequitas, te maquilla, cambia tu color de cabellos, un sinfín de posibilidades. Todas conocemos a alguien, que no puede subir nada a su perfil, sin tener un filtro primero.
Un filtro que, si somos honestas, aleja esa imagen de la realidad. Se ha vuelto un detractor de nuestra integridad, o una máscara que usamos para redes sociales. Esto, a la larga, afecta mucho la imagen que tienen las personas, de sí mismas. En caso de haber un problema de autoimagen, previo al uso y abuso de estos filtros, estos problemas sólo se ven acentuados, empeorados, y mucho más difíciles de trabajar.
Los algoritmos de los sitios de citas, y las apps, son tan avanzados, que funcionan similar a Amazon, en el sentido de que, después de un tiempo, pueden predecir, exactamente, lo que te va a llamar la atención. Pero eso presenta un reto, porque tendría que ser de ambas vías. Es decir, si la app encuentra a alguien perfecto para ti, tú también tendrías que ser perfecta para esa persona.
Hay un fantástico lugar para la casualidad feliz de las personas que están ávidas de abrir la puerta de sus corazones: el estatus social, el poder económico, y las creencias, son factores tremendos. Pero, aun así, hay un lugar mucho más grande, para las afinidades inesperadas, riesgos, y “accidentes”, incluso a través de un muy monitoreado mundo de los feeds digitales.
La imaginación, y la realidad, es una dupla poderosa, en el amor; algunos podrían apostar que vamos a explorar más, y más, el alma de alguien más, antes de conocerlo en persona. Otra apuesta es que, a través de las palabras, emoticones, y pantallas, como plataforma social entre dos individuos, podemos revelar más de este lejano y digital extranjero, que lo que hacemos con amigos cercanos.
¿Esto significa que somos injustos con esta persona digital, porque esta persona es mucho más fantaseada que antes? No necesariamente, si el trato es claro. Miles de historias de amor, empezaron en una conversación digital, desde hace años. Millones de “te amo”, se han escrito sinceramente, y luego dicho, a través de aplicaciones de mensajes.
En la película “Her”, Samanta (un sistema operativo) abre una visión futurista de nuestras relaciones, a través de la tecnología:
“Es como si estuviera leyendo un libro, y es un libro que amo, pero ahora, lo leo lentamente” ella dice. “Las palabras están muy separadas, y los espacios entre ellas son casi infinitos. Aún puedo sentirte, y las palabras de nuestra historia, pero está en este espacio infinito entre palabras, en el que me encuentro ahora. Es un lugar que no es del mundo físico; es donde está todo lo demás que no sabía que existía. Te amo mucho, pero aquí es donde estoy ahora, y es quien soy hoy. Y necesitas dejarme ir. Sin importar cuanto quiera, ya no puedo vivir en tu libro.”
Por lo tanto, hay un riesgo intrínseco en las redes sociales, y los ecosistemas virtuales: se vuelven en el cementerio de nuestras mentes solitarias, perdidas, sin la preparación de tomar el riesgo de conocer, y descubrir a alguien. En lugar de volverse amplificadores, se vuelven aislantes. En la era del Internet de las Cosas, podría valer la pena reinventar el Internet de las Personas: datos digitales, medidas, el personaje cuantificado, debería ser olvidado por un segundo, para regresar a lo básico: por qué queremos hablar con las personas.
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